La práctica de la educación, ha sido durante toda su historia significativa por plantear que la formación de un ser humano lo convierte en íntegro, con conciencia cívica, crítica y reflexiva, siendo capaz de que se reconozca como parte del mundo natural y del conocimiento, y de relacionarse armónicamente con él. De ello se deriva que la formación del conocimiento, este íntimamente ligada a procesos de aprendizaje y los medios usados en éstos. La búsqueda constante de ofrecer nuevos medios para aprender es la meta inalcanzable de la humanidad, que están a la par del propio desarrollo y progreso.
Desde el siglo pasado se ha identificado la necesidad de establecer infraestructuras y organizaciones que puedan atender con agilidad y eficacia a la explosiva demanda de las universidades tradicionales, las instituciones de educación de adultos, las empresas dedicadas a la actualización profesional, entre otros. Esta masificación condujo a un descenso de la calidad de la enseñanza, ya que las aulas convencionales no estaban preparadas para atender esta demanda de formación y los recursos económicos eran insuficientes para dotar de personal y medios, a las instituciones e instalaciones ya existentes (García Aretio, L., 2001).
De esto se deriva que en la actualidad se haga cuesta arriba satisfacer las demandas formativas de las sociedades, cuando se prevé atenderlas por medios convencionales, teniéndose que impulsar otras formas de enseñar y aprender en las que se obviara la limitante espaciotemporal.
Ante esta situación la educación a distancia se proyecta como la modalidad que rompe los esquemas tradicionales de asistir a un aula de clase, empleando nuevas tecnologías cuyas potencialidades y límites dependen menos de la disponibilidad de recursos, que de la concepción educativo-comunicacional, con que se los utilice.
Como múltiplo común en las distintas modalidades empleadas para educar, se cita la constante espacio – tiempo, y es en este aspecto tan importante donde se conectan la Educación a Distancia y la Educación Presencial. En efecto, dicha variable no se correlaciona sólo con los rasgos de los estudiantes y con factores organizacionales, sino también con las características de los aprendizajes, en sí mismos.
Sobre la base de la relación entre Educación Presencial y Educación a Distancia (de aquí en adelante ‘EP’ y ‘EaD’, respectivamente), se parte de una contraposición entre lo que representa el concepto corriente de educación y lo que puede llamarse un concepto "complementario" por referencia a un sistema más incluyente (Padrón Guillén, J., 1993).
Cuando se observa a la educación desde la perspectiva de los actores que en ella fungen un rol esencial, se puede tener que el emisor (docente) y el receptor (estudiantes) son el punto de inicio a las posibles diferencias aún cuando son los aspectos que más convergen al hablar de la EP y la EaD.
En la EaD el docente deja de ser un originario del conocimiento (característico de la EP) para facilitarlo, orientarlo y construirlo entre varios profesionales y los estudiantes, es decir, ya no ejerce su función de juez sino de guía. Sin embargo, entre estas modalidades de aprendizaje, los problemas referentes al diseño y puesta en marcha del currículo tanto de la propuesta educativa como de la trayectoria del docente, presenta ciertos puntos críticos por la dificultad que proporciona la EaD a diferencia de la EP, para controlar y evaluar estos aspectos.
Por su parte el estudiante, quien posee una gran carga en la evolución y progreso de la EaD, se presenta con una persona ávida de accesar al conocimiento desde cualquier punto geográfico del planeta, rompiendo barreras culturas, ideológicas y lingüísticas, y siendo la EaD empática con su rol de vida cotidiano. En este caso la población abarcada es mayoritariamente adulta, siendo más una educación andragónica (García Aretio, L., 2001), cuya diferencia es más notoria cuando se habla de que la población adolescente es la que asiste de manera regular en la EP.
Es importan señalar que el auge de la EaD está ligado a la necesidad que poseen los estudiantes de satisfacer sus necesidades concretas de conocimientos, para ser más cultos en el manejo de los medios de información actuales, permitiéndose a partir de estos promocionar sus aspiraciones en el terreno profesional, y lo que significa el estímulo adicional de adaptarse a los cambios (García Aretio, L., 2001).
En cualquiera de los dos sistemas de educación, se da la "Autoinstrucción", entendiéndose sólo a nivel formal de lenguaje y no a nivel de significado, como el "instruirse a sí mismo"; en la EP cuenta sobre todo el trabajo individual del estudiante a través de las asignaciones (tareas, lecturas personales, entre otras) y de todo aquello que él pueda realizar en un ambiente diferente al aula de clase, existiendo igual relación cuando ello suele concebirse como rasgo específico de la EaD. La Auotoinstrucción es un rasgo definitorio de todo proceso de aprendizaje, que lejos de ser un rasgo exclusivo de la EaD, es parte sustantiva de la EP (Padrón Guillén, J.,1993).
Cuando se habla de la comunicación en sí y los recursos usados en ella, se puede decir que la EP posee como fuente principal para el intercambio de puntos de vistas, el aula o salón de clases donde la enseñanza se imparte directamente cara a cara entre el estudiante (receptor) y el profesor (emisor). Por su parte la EaD, se caracteriza por una comunicación diferida en espacio y tiempo permitiendo sincronizarse a través del uso diversificado de medios que van desde textos impresos con facilitadores, tutorías virtuales, audio y videocasetes, correo electrónico, teléfono móvil y el más resaltante y por el que más se conoce esta educación, los recursos que proporciona el world wide web “www” (listas, grupos, enseñanza online, entre otros (UAM, 1995).
La manera en la que se estructuran y gestionan la EP y la EaD, proporciona otro sin fin de coincidencias y diferencias entre estas modalidades, donde en ambos casos existen problemas para coordinar horarios en donde se propicie el aprendizaje, y donde la primera de éstas maneras de enseñanzas tiende a ser más selectiva y limitada por el número de estudiantes y la otra más democrática, incluyente y masiva. En la EP es considerable el factor económico porque involucra costos de muchos docentes y que ascienden con el transcurso del tiempo, mientras que la EaD es más accesibles por considerar los tiempos parciales del personal docente y administrativo, dando la oportunidad que con el tiempo el desembolso de las unidades curriculares sea más accesible para los estudiantes (García Aretio, L., 2001).
En lo antes expuesto, se ha abordado como asunto principal las diferencias y coincidencias de la Educación Presencial y la Educación a Distancia, por cuanto se puede establecer que el aspecto de mayor relevancia, en una sociedad que cada vez, está más necesitada de la interacción entre semejantes, por la propia falta de relación entre las personas cuando se fomenta el conocimiento, es la diferencia más predominante entre la EaD y la EP, donde el aprendizaje es un proceso activo de construcción social, enfoque que se comparte con J. Piaget (1975), Vygotski (1978), J. Brunner (1988) y D. Ausubel (1987) señalado en Kaplún, G. (2001). Es importante señalar que esto pone a la palestra del tema analizado la relación que posee el docente para manejar y direccionar los estados emocionales y motivacionales presentes en la relación comunicacional con los estudiantes, que es esencial para formar profesionales competentes en la sociedad actual.
Se evidencia que la EaD presenta claros problemas intrínsecos al sistema por el que está conformada, cuando se habla de la variabilidad de intercambiar los docentes, los recursos para orientar el aprendizaje, sus habilidades y el currículo; siendo en la EP un problema propio del educador.
Hoy la dualidad de estos procesos de enseñanza-aprendizaje, por un lado el aspecto presencial y por otro el no presencial (ambos en tiempo y espacio), han formado una nueva discusión en el campo de la educación; el cual se acentúa cuando se plantean los aspectos económicos, políticos, sociales y pedagógicos que la educación debe atender, y donde las necesidades reflejadas del estudiante y los educadores, facilitadores y/o instructores, deben propiciar espacios (presencial o no presencial) donde se construya el aprendizaje. Para desarrollar y favorecer el proceso de enseñanza-aprendizaje, no es posible enseñar a emplear las técnicas y herramientas sin antes brindar una dosis mínima e indispensable de conocimiento.
Independientemente del medio de aprendizaje diseñado según la modalidad de enseñanza, la prioridad es propiciar que toda persona tenga por derecho una educación integral, de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones, y más allá de distancias, medios, tecnologías y hasta de condiciones físicas y sociales.